Según la OMS, el envejecimiento es un proceso deletéreo, o irreversible donde las funciones orgánicas, el estado físico y mental van a involucionarlo de una manera progresiva, pero la velocidad del proceso es variable; depende de características genéticas, hormonales, nutrición, estilo de vida, enfermedades y tratamientos de las mismas, etc.
El envejecimiento facial sucede por pérdida del volumen óseo maxilo-mandibular íntimamente relacionado con la pérdida dentaria, pérdida de la elasticidad de la piel por degradación de la matriz que la compone, disminución de la vascularización, deshidratación, atrofia grasa, atrofia muscular o bien lo inverso, contracciones musculares repetidas y un largo etc.
El envejecimiento conlleva un descolgamiento de la piel, pérdida del contorno de la cara, aparición de surcos y arrugas que inicialmente era por función, pero con la pérdida de elasticidad de la piel, se van quedando en nuestro rostro. Estas marcas se expresarán según el mantenimiento y el cuidado cosmético que hallamos tenido con ellas.
Por todo ello, las variaciones individuales son muy amplias, al igual que la presentación. Cada vez se distancia más la edad biológica (la que aparentamos tener, y puede ser refrendada por unos test biológicos de funcionamiento orgánico) y nuestra edad cronológica (la de nuestro DNI).
Citando nuevamente a la OMS, ésta, ha acuñado el concepto de envejecimiento activo, según la cual se optimizan las oportunidades de bienestar físico, social y mental durante toda la vida con el objeto de ampliar la esperanza de vida saludable, la productividad y la calidad de vida en la vejez. Es decir, adoptar e incorporar los medios a nuestro alcance para tener más calidad de vida, independientemente de la edad que tengamos.
Y, es por ello que según los signos de envejecimiento, la Medicina Estética y Antienvejecimiento, aportan cuatro grandes grupo de tratamientos: los preventivos, restitutivos, curativos y los paliativos.
Estos y otros tratamientos los desgranaremos en sucesivas publicaciones.